sábado, 27 de agosto de 2011

La "ilógica" de Dios

Comentario al texto del evangelio de Mt 16,21-27 para el domingo (XXII del Tiempo Ordinario), tomado de la revista "Diócesis"

¡Qué diferencia! La semana pasada Jesús alababa a Pedro: “¡Dichoso tú, Simón, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso! Y esta semana por el contrario: “Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios”. ¿Qué ha ocurrido para que se produzca este cambio?
 
Jesús ha explicado a sus discípulos que debía subir a Jerusalén, y allí padecer y morir. Pero Pedro, aunque desea seguir al Señor con todas sus fuerzas, se resiste a aceptarlo. ¡El drama de la cruz se ha interpuesto en el camino provocando la crisis!
 
¿Cuál es la diferencia entre Jesús y Pedro? Jesús acepta la realidad “tal y como es”, la asume con todas sus consecuencias; Pedro, en cambio, la rechaza.
 
Jesús es consciente de que el anuncio del perdón, la justicia y el amor a todos los hombres, sin distinción, sin medida, sólo puede llevarle a la muerte... ¡A veces la Verdad resulta insoportable, es preferible crucificarla!
 
Pedro quisiera arrancar la cruz del seguimiento de Cristo, que todo fuera más fácil, que el sufrimiento desapareciera, que amar no tuviera que doler: “la lógica de los hombres”. Él –como nosotros en muchas ocasiones– quisiera cambiar la historia y manejar los acontecimientos a su modo, olvidando que sólo Dios es Señor y Dueño de la historia.
 
¡Cuánto nos cuesta acoger la Verdad crucificada, el Amor crucificado, nuestra realidad crucificada! Y, curiosamente, sin cruz no hay resurrección. Sin cruz no vamos tras los pasos del Dios revelado en Jesucristo, muerto y resucitado.
 
¡Qué lógica tan humanamente ilógica la de Dios!

sábado, 20 de agosto de 2011

Preguntas íntimas

Comentario al texto del evangelio de Mt 16,13-20 para el domingo (XXI del Tiempo Ordinario), tomado de la revista "Diócesis".

Como un dardo que atraviesa la historia llega hasta nosotros una de las preguntas más personales e íntimas que Jesús lanza al discípulo de todos los tiempos: “¿Qué soy yo para ti?”, “¿qué significo para tu vida?”. Y habremos oído en muchas ocasiones que a esta pregunta no se responde con fórmulas “sabidas” o aprendidas de memoria, sino que exige una respuesta “personal”, desde nuestra propia experiencia.

Aunque curiosamente la pregunta de Jesús es en plural: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Efectivamente, una respuesta “personal” no niega su carácter “comunitario”. Nuestra fe no es “subjetiva” sino “eclesial”, y nuestra experiencia de encuentro con el Señor, siendo personal es también comunitaria, pues el hombre no se entiende si no es “en relación con los demás”.

Y, ¿dónde se nos hace esta pregunta? ¿Quién no recuerda el lugar exacto de una conversación que le marcó la vida? La de Jesús con sus discípulos se produce en la región de Cesarea de Filipo, a los pies del monte Hermón, tierra fértil y comercial, plagada de templos a dioses paganos. En el Antiguo Testamento se conocía como Panias, en honor al dios griego Pan, dios del miedo (de ahí la palabra “pánico”).

¡Curioso! En el lugar del “miedo” y el contacto con otras religiones, incluso con no creyentes o paganos – como nuestro mundo –, Jesús nos pide como discípulos la confesión de nuestra fe personal y comunitaria. Pero, ¡ojo!, una confesión de palabra y vida, porque es imposible separar boca, corazón y manos del que vive “arraigado en Cristo”.

sábado, 13 de agosto de 2011

Choque de intereses

Comentario al texto del evangelio Mt 15,21-28 para este domingo (XX del Tiempo Ordinario), tomado de la revista "Diócesis"


Una cananea, de tierra de paga­nos, que no conocía al Señor, que adoraba a Baal y Astarté, es declarada “mujer de gran fe”. Y Jesús, al que siempre contempla­mos misericordioso, parece des­preciar el sufrimiento de una madre que implora la curación de su hija. Hermoso juego de aparentes contradicciones e inte­reses cruzados...

Cabría preguntarse: ¿Y si Jesús le cura a la hija sin más? La cananea entonces habría vuelto a casa con el “milagro hecho”, pero sin haberse “encontrado” con el Señor. Y Jesús, que sabe mirar el corazón de las personas, será capaz de reconducir la peti­ción de la cananea hasta lograr el encuentro personal con ella. 

Jesús no es el “milagrero” que sale al paso de nuestras necesi­dades inmediatas, sino aquél que quiere convertirse en el Señor de nuestra vida y de nuestra histo­ria. Aquél que, además de “sanar” a la enferma, es capaz de darle sentido a la vida y a la muerte. Por eso la cananea no sólo retorna a su hogar con la alegría de la recuperación de su hija, sino con el gozo de haberse sentido encontrada por el Señor.

Todo un “choque de intereses”. El de la cananea, que busca el milagro para su hija; y el de Jesús, que hace a la cananea el auténtico objeto del milagro. Precisamente así definía el teólo­go K. Barth la existencia cristia­na: “ser cristiano es saberse obje­to de un milagro”. El milagro de encontrar a Aquél que puede calmar las necesidades y aspira­ciones más profundas del cora­zón del hombre. Y, parafrasean­do a san Agustín, el milagro de encontrar a Aquél en quien “des­canse” nuestro “corazón inquie­to”.

sábado, 6 de agosto de 2011

¡Los fantasmas no existen!

Hace unas semanas que la revista "Diócesis" me pidió que comentara el texto del Evangelio que se proclama cada domingo en nuestras Iglesias. Ya son varios los comentarios publicados. La falta de tiempo y "cierto pudor" me han frenado para publicarlos aquí. Animado por Mariluz, os dejo el de esta semana.

Comentario al texto de Mt 14,22-33


Noche, tempestad, inseguri­dad, cansancio y miedo se dan cita en la barca zarandeada por las olas. Es difícil mante­nerla a flote y, en esas circuns­tancias, será imprescindible no perder el rumbo ni abandonar el timón.
Los Santos Padres solían identificar la barca con la Iglesia, y el mar con el mundo, resultando así que la Iglesia es como esa barca que navega por un mar-mundo peligroso que la zarandea casi llevándola al naufragio. ¿Cómo poder amar entonces a este mundo que pre­tende hundirnos, y nos asusta hasta hacernos confundir al Señor con un fantasma?
Un detalle a veces se nos olvi­da: ¿por dónde viene Jesús? Camina por las aguas, y pide a Pedro salir de la barca y cami­nar hacia él. Es hora de salir y caminar sin miedo por el mundo... ¡los fantasmas no existen! Y cuando superamos el miedo, incluso aquella reali­dad que nos parecía amena­zante puede transformarse en lugar de encuentro con el Señor.
 “¡Tened confianza, no tengáis miedo!” Jesús no reprocha a Pedro haber bajado de la barca, sino haber dudado. Quizá lo importante no sea dónde des­empeñamos nuestra labor, al interno de las fronteras de la Iglesia o hacia fuera, sino cómo trabajamos: ¿con miedo, o con la confianza puesta en Jesús que mantiene el rumbo pese a todo?
Dios siempre sorprende. A veces sorprende en la novedad, “viene” por donde nadie lo espera. Navegar sin miedo “a lo de fuera” y sostenidos por la fe en Jesucristo, podría ser un buen plan para la Iglesia en estos tiempos.

martes, 2 de agosto de 2011

El precioso don de la libertad

El lenguaje de la vida - Cayetano Arroyo -
Editorial Sirio ©


Una noche de luna llena le dijo un zorro a
un perro vagabundo:

   Si lo deseas, puedes venir conmigo a buscar
   alimento para satisfacer nuestra hambre.

El perro, que tenía muchas ganas de comer,
decidió acompañarlo.

Era como media noche cuando llegaron a un
gallinero donde cazaron a dos buenas gallinas y
estaban comiéndolas, cuando el zorro dijo
filosofando: Bien hiciste en dejar la compañía
de los hombres y vivir por tu cuenta.

El perro, entre bocado y bocado, le respondió:

   No sabes lo que echo de menos
   la comodidad de dármelo todo hecho a cambio
   de estar amarrado. Ahora estoy suelto, pero
   tengo yo que buscarlo todo. Antes me
   obligaban a hacer lo que mi dueño deseaba,
   ahora me obliga a hacerlo el hambre,
   que es peor dueño.
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Ahora que vemos los movimientos en el mundo islámico en busca de una libertad real, sin renegar de sus raíces. Movilizaciones entre los jóvenes españoles -que han trascendido a otras fronteras- cuestionando las bondades del capitalismo más feroz y denunciando los abusos que el -supuesto- mundo libre ha cometido y les ha llevado a vivir amarrados a una realidad amarga sin trabajo, sin posibilidades de adquirir vivienda digna, y con su propia dignidad hipotecada...

Ahora que el tiempo de estío nos puede servir de barómetro para medir nuestro grado de libertad, debemos volver a preguntarnos si estamos preparados para vivir libres.