miércoles, 29 de febrero de 2012

Giulio Girardi

FALLECE UNO DE LOS MÁS BRILLANTES TEÓLOGOS DE LA LIBERACIÓN


Giulio Girardi, teórico de la teología de la liberación. Consuelo Bautista


Son muchos los recuerdos que se agolpan en mi memoria tras recibir la noticia del fallecimiento, el pasado domingo, de Giulio Girardi, uno de los más brillantes teólogos de la liberación y conciencia crítica del catolicismo romano.
Nacido en El Cairo (Egipto) en 1926 de familia sirio-libanesa e italiana, ingresó, siendo adolescente, en la Congregación Salesiana, a la que estuvo vinculado hasta su expulsión en 1977. Recibió una brillante formación interdisciplinar: filosófica, teológica y sociológica, que desarrolló en sus numerosas publicaciones y como profesor en diferentes centros católicos y en la Universidad de Sassari (Cerdeña). Tres son los momentos más creativos de su biografía intelectual: el Concilio Vaticano II, el diálogo cristiano-marxista y su compromiso con América Latina durante los últimos 30 años.
Sus lúcidos análisis en el Vaticano II contribuyeron al cambio de paradigma eclesial: de la Iglesia como juez del mundo a la Iglesia solidaria con los gozos, tristezas y esperanzas de los hombres y mujeres. Participó activamente en los debates sobre el ateísmo, que dieron lugar a uno de los textos más logrados y mejor fundamentados de los documentos conciliares. También en este terreno colaboró al cambio de actitud de la Iglesia: del anatema al diálogo. Su obra más emblemática en este campo fue la gran enciclopedia sobre El ateísmo contemporáneo, punto de referencia obligado todavía hoy.
Girardi dejó una huella indeleble en el diálogo entre cristianismo y marxismo, donde tuvo como interlocutores a intelectuales marxistas como Lombardo Radice, Cesare Luporini, Roger Garaudy o Milan Machovec y a teólogos católicos como Metz, Rahner, Aguirre, Álvarez Bolado y González Ruiz. Unos y otros contribuyeron a desdogmatizar el cristianismo y el marxismo y a tender puentes de encuentro por el camino de la ética. Fue, a su vez, inspirador, impulsor e ideólogo del movimiento Cristianos por el Socialismo, que iba más allá del paradigma renovador del Vaticano II y anunciaba un cambio radical conforme a la proclama del Che Guevara: “El día en que los cristianos se atrevan a dar testimonio revolucionario integral, la revolución latinoamericana habrá triunfado”.
El tercer momento fue su compromiso con la liberación de los pueblos de América Latina y el Caribe, sobre todo su apuesta por la revolución cubana, la revolución sandinista y los pueblos indígenas sometidos al colonialismo tanto exterior como interior. Ahí queda, todavía sin responder, su pregunta incisiva en tono de denuncia, que da título a uno de sus libros acusadores: La conquista, ¿con qué derecho? Como queda también el Centro Antonio Valdivieso, donde escribió algunas de las mejores investigaciones sobre sandinismo, marxismo y cristianismo en la nueva Nicaragua. Es, sin duda, la mejor herencia que nos deja para continuarla y enriquecerla en el nuevo escenario político y religioso latinoamericano y caribeño, tan esperanzador como amenazado.
Girardi se convirtió durante más de medio siglo en la conciencia crítica del catolicismo romano. En su ensayo La túnica rasgada hace un análisis demoledor muy certero del proyecto de restauración cristiano-católica de Juan Pablo II, de la doctrina restauracionista de la ortodoxia católica desde el dogmatismo de Ratzinger —hoy Benedicto XVI— y del proyecto de restauración católica del capitalismo, vinculada con la restauración imperial de los Estados Unidos bajo el impulso de Ronald Reagan. ¡La Iglesia católica, al servicio del Imperio! Girardi hizo avanzar la historia en dirección a la libertad y a la liberación e interpretó el evangelio desde el lugar de los pobres y que podemos leer en sus libros, ¡más de 50!
Juan José Tamayo es teólogo y autor de La teología de la liberación en el nuevo escenario político y religioso.
JUAN JOSÉ TAMAYO

domingo, 26 de febrero de 2012

La Iglesia de base

... siempre por delante de la otra

Hay muchas iglesias en la Iglesia. Mucho pueblo de Dios, que es y se siente Iglesia. Y, en muchas ocasiones, salva la cara y suple las carencias y las excesivas prudencias de la Iglesia jerárquica. Los obispos en conjunto y la conferencia episcopal como su órgano colegiado callan, mientras el pueblo sufre y se va al paro y hasta tiene hambre y, por supuesto, dificultades para llegar a fin de mes. Negra crisis que pagan los que menos tienen. Como siempre. Y, mientras la CEE guardia silencio "rouquiano", algunos obispo sueltos y, sobre todo, la Iglesia de base gritan, denuncian, dan la cara y ejercen de Iglesia samaritana: "Consoldad, consolad a mi pueblo".

En estas últimas semanas proliferan las denuncias y los comunicados: valientes, sinceros, desgarradores. Como el de la HOAC y de de la JOC. O el de la Pastoral Obrera de Sevilla. Y, por supuesto, el informe FOESA de Cáritas, presentado ayer en Madrid. Tres gritos de las bases, mientros los obispos callan. Tres denuncias totales. Tanto de la crisis como de sus causas y sobre todo de sus consecuencias. Y también de los remedios que el salvador PP de Rajoy está implementando.
Mientras los obispos callan, la Iglesia de base denuncia la reforma laboral del Gobierno del PP y la tacha de "inmoralidad radical". ¿Por qué callan los obispos?

Es tan vergonzoso (ominoso) el silencio de la CEE que algunos obispos por su ucuenta y riesgo o en pequeños grupos están comenzando a unirse al coro de sus fieles y ejecer su labor de anuncio y denuncia. Lo acaban de hacer los de la provincia eclesiástica levantina. O los de la provincia eclesiástica de Asturias. O el obispo de Solsona y su "aldabonazo" de bajarse el sueldo y convocar a una "oleada de solidaridad".

¿A qué esperan Rouco y Camino? Que hablen ya. De tan afónicos se van a quedar mudos. Tan prestos para arremeter contra todo lo que huela a moral sexual y tan callados en todo lo que se refiere a moral social. La primera les molesta a ellos. La segunda molesta a los poderes públicos. Especialmente, en este caso, al PP, el partido que, a cambio de 'migajas' en la primera, les obliga al silencio en la segunda. Y así, la Iglesia, se torna sumisa y muda. Y deja de ser liberadora y samaritana.

José Manuel Vidal